Hace tiempo, mucho tiempo, mi cuerpo sufrió un cambio, un gran cambió que marcó mi vida.
El bisturí hizo su trabajo...y tras él dejó la marca del horror.
Un cuerpo tatuado de por vida, sin tinta....sin ilusión.
El amor fue compasivo y me acompañó en mi dolor. Es siempre, y ha sido...las manos que acarician mi cintura, los dedos que repasan esa ancha costura que nos recuerda el sufrimiento de un pasado.
Él me hace sentir mujer a pesar de esas cicatrices que recorren de arriba a abajo y de lado a lado todo lo que debiera ser el esplendor femenino.
Besa con dulzura esas cicatrices, acaricia mi cuerpo como si fuera el más bello.
El espejo duele, siento la nostalgia de aquel cuerpo suave...terso...piel intacta y anacarada.
Me escondo ante los demás, cuando en el pasado lucía desnudo en la playa...sin pudor...sin vergüenzas , sin nada que esconder, pues siempre me he mostrado tal como soy en cuerpo y alma.
Mis manos a veces repasan con los dedos aquel trazo, donde debiera de haber vida, sin embargo hay muerte.
Un espacio donde las caricias no se sienten, donde la sensibilidad apenas existe, un lugar dormido que con su afán de despertar...sus manos juegan a ganar la batalla a la pasión.
De un tiempo acá, y gracias a su empeño de hacerme sentir, la sensibilidad va despertando, y donde hubo desierto y calma, va naciendo una marea de sensaciones nuevas, que muchos años atrás quedaron olvidadas.
Ahora miro mi cuerpo, y se que es lo que tengo, con el que tengo que convivir, y con el que compartir sensaciones, amor, dolor, y sobre todo, saber que él está ahí, que me desea, y que lo besa, cada rincón, allá donde el horror hizo presencia, donde mi dolor quedó enmarcado en un cuadro eterno.
Muchas veces desearía volver a ser la que fui, pero tal vez esas cicatrices sean la señal que cada día me recuerda que un día fui belleza sin ilusión, porque hubo quien con mi cuerpo traficó.
Hoy a pesar de las marcas del pasado...siento...sueño...y amo. Y lo más importante, me siento amada.