Tras una nube negra plagada de lamentos
avisté aquellos ojos azules como el cielo,
la llama que apagada llevaba tanto tiempo
de nuevo se encendió uniendo nuestros cuerpos.
A lo alto divisamos la luna, que a lo lejos
nos iba regalando magnificos destellos,
tal vez fuera su luz que nos iba envolviendo
tan mágica y culpable de amarte sin consuelo.
Nos fuimos enredando cumpliendo nuestro sueño,
tus manos se perdían entre mis pensamientos,
mi lengua recorría de norte a sur tu cuerpo
y entre polos se mecía tu voz gimiendo.